• “Los niños y niñas que viven ya con el miedo, el trauma y el estrés crónico de los conflictos que alteran y amenazan sus vidas, el impacto de la pandemia ha sido extremadamente perjudicial”dice Dana Buzducea, líder mundial de promoción y participación externa de World Vision. 

 

  • Según un estudio, realizado con casi 500 niños y jóvenes en seis países frágiles (Colombia, República Democrática del Congo (RDC), Jordania, Líbano, territorio palestino ocupado y Sudán del Sur)

 

El 70% de los niños desplazados y refugiados dicen que necesitan apoyo psicosocial, según un informe publicado por las ONG World Vision y War Child Holland. Esta cifra multiplica por 3 la estimación previa a la pandemia por COVID-19, pues en enero de 2020 se situaba en el 22% de los menores.

La pandemia silenciosa evalúa el impacto que el encierro y la COVID-19 han tenido en la salud mental de las niñas y los niños que viven en zonas de conflicto o que se han visto obligados a huir por estos motivos. El estudio revela que el 43% de los niños que viven en países frágiles y afectados por el conflicto han manifestado que necesitan apoyo psicosocial y de salud mental como resultado directo de la pandemia de COVID-19 y de los confinamientos. Esta cifra se eleva al 70% en el caso de los niños refugiados y desplazados.

 

«Sabemos que la COVID-19 ha exacerbado los problemas de salud mental a los que se enfrentan muchas personas en todo el mundo», dice Dana Buzducea, líder mundial de promoción y participación externa de World Vision. “Pero para los niños y niñas que viven ya con el miedo, el trauma y el estrés crónico de los conflictos que alteran y amenazan sus vidas, su impacto ha sido extremadamente perjudicial. En un momento en el que estos niños necesitan más apoyo psicológico que nunca, es más difícil que nunca tenerlo. Los servicios existentes, que ya son limitados en los campamentos de refugiados y en las áreas afectadas por conflictos, no pueden satisfacer la alta demanda».

El estudio, realizado con casi 500 niños y jóvenes en seis países frágiles (Colombia, República Democrática del Congo (RDC), Jordania, Líbano, territorio palestino ocupado y Sudán del Sur) y afectados por conflictos, revela que la COVID-19 agrava la angustia psicológica preexistente de los niños y niñas al añadir más ansiedades a sus estresadas vidas. Entre ellas se encuentran el contagio de la COVID-19, la pérdida de familiares y la necesidad de hacer frente al cierre de escuelas e instalaciones educativas.

 

Los niños y jóvenes encuestados relacionan en gran medida el aumento del estrés con no asistir a la escuela, tener menos acceso a servicios, actividades, centros de salud, áreas de juego, comida y agua. También extrañan especialmente los deportes, el juego, la familia (sobre todo a los padres), las actividades para promover la paz y la apertura de escuelas. El estudio también muestra que, si bien el 86% de los niños más pequeños (7-14 años) y el 81% de los adolescentes (de 15 a 17 años), pueden buscar y buscan apoyo emocional de un amigo o familiar, los jóvenes mayores (de 19 a 24 años) luchan por lidiar con su angustia, y solo la mitad (41,8%) tiene a alguien a quien acudir en busca de apoyo.

 

En la actualidad, la financiación de la salud mental y el apoyo psicosocial representa sólo el 1% de toda la financiación sanitaria humanitaria. World Vision y War Child estiman en 1.400 millones de dólares el aporte necesario para proporcionar apoyo urgente en materia de salud mental a los cerca de 456 millones de niños afectados.

“El mundo se ha mantenido al margen y ha permitido que los conflictos roben la infancia de millones de niñas y niños. La pandemia ha aumentado el sufrimiento de estos niños vulnerables. Sin la atención inmediata y la financiación necesaria, es probable que nos enfrentemos a una crisis mundial de salud mental infantil. Tenemos la responsabilidad moral de actuar ahora, antes de que sea demasiado tarde», concluye Buzducea.