Todas las instituciones, empresas, organizaciones, asociaciones o corporaciones guardan una misma esencia que repercute a cada una de ellas: están formadas por personas. Esta simpleza esconde muchas ramificaciones que si los directivos no aprecian puede suponer una pérdida de productividad tangible en el valor de la organización. Muchos de los conflictos internos que aparecen en una compañía tienen una base común: un problema de comunicación. Debido a esto, nos parece esencial dedicar esta entrada a hablaros de la comunicación interna, una de las herramientas estratégicas más valiosas para conseguir instituciones con éxito.

Un buen empleo de la información corporativa interna consiste en saber transmitir a los empleados y trabajadores una cultura interna propia, aquella que trasciende (aunque incluye) los objetivos y valores estratégicos de la compañía, y se dirigen también a la esencia misma de la empresa; lo que verdaderamente es. Esta percepción interna es fundamental para saber gestionar la reputación corporativa: aquella valoración que los distintos stakeholders tienen de tu propia actividad. Como se suele decir, el trabajo comienza en casa.

Como anticipábamos, la fidelidad y pertenencia por parte del empleado son los pilares sobre los que cimentar el talento humano, por lo que invitamos a las empresas a implantar una política sólida pero dinámica de la gestión de la información. Estas iniciativas deben buscar la valoración del empleado y la concienciación de que el talento humano es el motor que consigue los resultados en las empresas, y se alimenta de que todos los trabajadores asuman los valores, visión, metas y estrategias de la institución.

A través de nuestra experiencia, en Abascal Comunicación hemos detectado distintos elementos que es importante priorizar en cualquier estrategia de comunicación interna. Como afirman nuestras socias fundadoras, la Comunicación Interna deben contener las tres «C» de coherencia, credibilidad y constancia para obtener la “C”  más preciada, que es la de la confianza.

  • Bidireccionalidad. La verdadera comunicación se produce cuando los dos extremos, emisor y receptor, pueden intercambiarse el papel cuando es necesario. Una verdadera comunicación interna no es jerárquica, sino compartida. Desde esa solidaridad comunicacional se consigue pasar de una plantilla a un equipo.
  • Canales. En línea con lo anterior, la comunicación interna no debe ser entendida como decir lo se quiera, cuando se quiera y como se quiera. Toda comunicación, por definición, es estratégica, por lo que la implementación de canales se sitúa como una fuente indispensable: saber cómo comunicar las quejas, felicitaciones, éxitos o crisis internamente.
  • Mensajes. Las relaciones corporativas se basan en la comunicación, por lo que también hemos experimentado a partir de nuestra experiencia resulta totalmente enriquecedor establecer una escucha activa de los públicos internos para referenciar constantemente el mapa de mensajes: saber cómo decir lo que queremos decir.
  • Key People. Este es uno de los secretos mejores guardados de la comunicación interna. En los equipos y en las plantillas, en los departamentos, suele haber una figura de mando, el coordinador o gerente de equipo, pero esta posición no siempre coincide con la referencia del equipo. Esa persona de referencia, no por galones sino por distintos motivos (trayectoria, experiencia, relaciones personales…) constituye uno de los objetivos claros de la comunicación interna. Saber detectar, escuchar y alinear a las distintas key people es el mayor síntoma de éxito de una buena política de comunicación interna.
  • Equipo. Es el comienzo y el final, el objetivo y el medio. La construcción de un verdadero equipo, coordinado, cohesionado y fundamentado en los pilares corporativos debe ser el mástil sobre el que anclar nuestra política de comunicación interna.